Trump. El problema del magnate que preside la superpotencia, es que la estrategia que usa para todo no está funcionando en el caso iraní. Fotos: Dpa.
Sería conmovedor si resultara creíble. El presidente ordena un ataque militar y, a minutos de ejecutarse, pregunta si causaría muertes. Sí, le dicen. Serán 150, especifican. Entonces, el presidente decide suspender la acción bélica, haciendo que los aviones bombarderos regresen a sus bases y los buques artillados desactiven los misiles que estaban a punto de ser disparados.
Eso hizo Donald Trump, según él. Lo que no explicó es por qué preguntó algo tan importante, como es el número de víctimas que se estima causar, recién después de haber ordenado el bombardeo.
Otro hecho que revela lo extraño de la explicación de Trump, es que haber mencionado datos como el de las 150 muertes y el tipo de blancos que tendría el ataque, permitió a las autoridades iraníes deducir quienes pudieron entregar información clave, fusilando a uno de los presuntos “topos”.
En definitiva, lo único claro es que el presidente dio la orden de ataque y después la canceló. Que haya devuelto el golpe que implicó el derribo de un dron, realizando un cíberataque a sistemas militares y de inteligencia iraníes, es posible, pero Irán dijo haber contenido esa acción. Y las sanciones que sumó a las que ya estaban vigentes, no cambia sustancialmente nada.
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Recalculando. El hecho es que, si enterarse la cifra de muertes lo llevó a cancelar un bombardeo quirúrgico, más que por sensibilidad humanitaria (algo que no muestra apresando familias migrantes y separando a padres de hijos) habrá sido por entender que atacar implicaría abrir la caja de Pandora. Alguien le habrá avisado que la decisión de bombardear Irán sólo puede ser tomada si también se ha tomado la decisión de iniciar una guerra de consecuencias imprevisibles. Y Trump no tomó esa decisión. Por el contrario, llegó al poder anunciando que Estados Unidos dejaría de ser el policía del mundo.
El problema del magnate que preside la superpotencia, es que la estrategia que usa para todo no está funcionando en el caso iraní. Sucede que, lo que puede ser eficaz en terrenos comerciales y económicos en general, puede no serlo en cuestiones geopolíticas y militares.
La estrategia de Trump en toda negociación es, primero, patear el tablero, y luego presionar a la contraparte para que se avenga a renegociar todo de acuerdo a su propia visión y los intereses de Washington.
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Es lo que hizo con el NAFTA, tratado que rompió para imponer después, por separado, la renegociación en la que torció el brazo al canadiense Justin Trudeau y a los mexicanos Peña Nieto y López Obrador. Eso mismo quiso hacer con el histórico acuerdo nuclear firmado en el 2015 y por el cual la República Islámica dejó de enriquecer uranio en niveles que posibilitan la producción de armas nucleares, abriendo sus instalaciones a rigurosas inspecciones de verificación.
Los iraníes estaban cumpliendo lo acordado con Estados Unidos, Europa, Rusia y China, pero Trump consideró que el pacto era malísimo y entonces rompió el compromiso, reiniciando la aplicación de sanciones económicas. Paralelamente, presionó a Teherán para que acepte renegociar totalmente el acuerdo, está vez aceptando la totalidad de los términos que imponga Washington. Pero Teherán no aceptó. Por el contrario, emplazó a norteamericanos y europeos a que restablezcan la situación anterior a la ruptura decidida unilateralmente por el presidente de Estados Unidos, advirtiendo que, de no ser así, volvería a enriquecer uranio en las escalas previas al 2015.
Fallas. Las cosas no estaban saliendo como Trump esperaba. Quizá por eso se produjeron los misterios ataques a buques cisterna en el Golfo de Omán. El formidable dron modelo Global Hawk que destruyó el fuego antiaéreo iraní, seguramente era parte de esa presión creciente con que intentó que el régimen de los ayatolas acepte renegociar el acuerdo nuclear.
Igual que Trump, el ayatola Alí Jamenei no quiere una guerra. Pero parece dispuesto a desatarla si Irán es atacado, mientras que no está dispuesto a renegociar el acuerdo como quiere el jefe de la Casa Blanca.
El derribo de la nave utilizada para obtener información sobre instalaciones estratégicas iraníes, sería un equivalente a incidentes con aviones espías norteamericanos que han significado humillaciones para Estados Unidos. En 1960, los soviéticos abatieron un avión U-2 que fotografiaba instalaciones militares en los Urales y retuvieron por más de dos años al piloto, que había sobrevivido eyectándose de la nave. Y en el 2001, los cazas chinos obligaron a un aterrizaje de emergencia en la isla de Hanián, a un avión espía norteamericano EP-3. George W. Bush exigió la devolución inmediata de la nave, pero los chinos se tomaron su tiempo para estudiar detalladamente el sofisticado artefacto.
Ambos casos constituyeron duros reveses para Estados Unidos y su espionaje aéreo. El derribo del avión no tripulado en el Estrecho de Ormuz puede sumarse a esa estadística. Un traspié que muestra a Trump en el peligroso laberinto en el que él mismo se introdujo por escuchar demasiado a los incompetentes halcones que lo rodean: el secretario de Estado Mike Pompeo, el asesor de Seguridad John Bolton y la jefa de la CIA Gina Haspel.
También Benjamín Netanyahu y el príncipe Mohamed Bin Salman procuran denodadamente que Washington lance un ataque demoledor sobre el Estado chiita que Israel y Arabia Saudita comparten como principal enemigo.Ellos presionaron a Trump para que avance por el camino que desembocó en esta encrucijada. Para salir, Washington debería escuchar a reformistas iraníes que llevan décadas enfrentando a los ultraislamistas, como Mostafa Tajzadeh, una figura influyente que pagó con años de cárcel su resistencia al régimen y sus duros cuestionamientos al ayatola supremo. Tajzadeh encabeza el reclamo de que Irán se mantenga en el acuerdo nuclear, al que los iraníes llaman “Barjam”, y acepte dialogar con Estados Unidos. Pero pide a Washington facilitar ese diálogo suspendiendo las sanciones económicas.
De momento, lo que está claro es que la decisión de Trump de abandonar el acuerdo nuclear y reinstalar las sanciones económicas, debilitó al moderado presidente Rohani, fortaleció al ala dura del régimen y elevó el riesgo de una guerra de consecuencias impredecibles.
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