Washington – John Paul Stevens, que durante casi 35 años fue juez del Tribunal Supremo y se convirtió en el influyente líder de su ala progresista, murió este martes a los 99 años, confirmó la máxima corte del país en un comunicado.
Stevens, quien dejó su huella en casos sobre temas tan relevantes como los derechos de los homosexuales, el aborto o el tratamiento a los prisioneros en la cárcel de Guantánamo (Cuba), falleció en un hospital de Fort Lauderdale (Florida) debido a las complicaciones de un derrame cerebral que había sufrido este lunes.
El juez se retiró del Supremo en 2010, cuando tenía 90 años y era el segundo magistrado que más tiempo había pasado en la corte en su historia, más de tres décadas desde que el presidente Gerald Ford (1974-1977) le nominó para el cargo.
La trayectoria de Stevens fue atípica: se hizo un nombre como abogado conservador especializado en casos contra monopolios empresariales y llamó la atención de los líderes republicanos del país, que le nominaron primero para un tribunal menor y luego para el Supremo.
Pero una vez en la máxima corte, Stevens fue girando hacia la izquierda, debido a su rechazo a las doctrinas rígidas y a una evolución de sus ideas políticas, que en 2008 le llevaron, por ejemplo, a expresar su oposición a la pena de muerte.
Si el actual icono progresista del Supremo, la juez Ruth Bader Ginsburg, se distingue por los llamativos collares con los que aporta brillo a su toga, a Stevens se le conocía por las pajaritas con las que solía adornar el sobrio uniforme de los magistrados.
Pero al juez no le gustaba ser el centro de atención, y en ocasiones cedió a sus colegas el protagonismo en decisiones importantes, como cuando en 2003 pidió al juez Anthony Kennedy que escribiera la opinión mayoritaria en un caso que invalidó un veto a las relaciones sexuales entre homosexuales en Texas.
En cambio, él fue el autor líder en la decisión de 2004 que otorgó a los tribunales federales jurisdicción sobre los presos de Guantánamo, y de la que en 2006 tumbó el plan del Gobierno de George W. Bush (2001-2009) para juzgar a algunos de esos prisioneros en comisiones militares.
También llevó la batuta en la decisión de 2002 que prohibió la ejecución de reos discapacitados mentales, y en 2000 fue uno de los cuatro miembros del tribunal que se pronunció en contra de otorgar la Presidencia a Bush tras un ajustado recuento en Florida.
A Stevens le sucedió en la corte Elena Kagan, nominada por el presidente Barack Obama (2009-2017), pero él se mantuvo activo en el debate político del país y hace apenas dos meses publicó un libro de memorias y lo promocionó con críticas veladas al presidente estadounidense, Donald Trump.
«El presidente está ejercitando poderes que realmente no le pertenecen. Tiene que cumplir con las citaciones judiciales (del Congreso a sus subordinados) y esas cosas», afirmó Stevens durante una entrevista en mayo con el diario The Wall Street Journal.
Nacido en Chicago (Illinois) en 1920, Stevens era veterano de la Segunda Guerra Mundial y un fan acérrimo del equipo de béisbol de su ciudad natal, los Cubs.