Ni los dólares salvan a venezolanos de la ira inflacionaria

Carmen Rojas solía ser una de las afortunadas venezolanas que vivía de un flujo constante de dinero que llegaba de familiares en el extranjero. Los US$150 que le envían sus dos hijos eran suficiente efectivo para todo un mes. Hoy, con suerte, esa cantidad le alcanza para una semana.

Lujos como cenas en restaurantes y cine ya no existen. La ama de casa de 65 años dejó la carne y ahora come principalmente arepas con lentejas y fríjoles. Es dueña de dos perros callejeros, los cuales consumen un tercio de su ingreso.

«Hace dos años, vivía como una reina«, dijo Rojas. «Hoy, casi ni salgo de casa».

La inflación desenfrenada de Venezuela, que ayudó a hundir al país en la pobreza extrema en los últimos años, ahora también reduce el número creciente de personas que sobreviven gracias a las remesas que envían familiares desde el extranjero. Lo que alguna vez era un sustento, e incluso dinero adicional para gastar, ahora apenas cubre lo básico en un país en pleno colapso económico.

¿Por qué? Porque el gobierno impuso medidas austeras para estabilizar su tipo de cambio, lo que ayudaba a mantener el bolívar relativamente estable frente al dólar mientras los precios al consumidor continuaban subiendo en Caracas. Así, una taza de café, por ejemplo, que costaba el equivalente a US$0,51 a fines de enero se disparó a US$1,02 a fines de junio.

«El problema con los que dependen de las remesas es que, como la inflación aumenta más rápido que la devaluación, el poder adquisitivo es cada vez menor», dijo Asdrubal Oliveros, director de la firma de investigación Ecoanalítica.

Los venezolanos dependen cada vez más de dólares del exterior por la escalada del sistema económico del país. Casi un tercio de las familias del país dependen de las remesas para sobrevivir, según los últimos datos de la encuestadora de Caracas Datanálisis, frente a solo 5,2% en 2017.

Según las últimas cifras de las Naciones Unidas, la hiperinflación y la escasez de necesidades básicas, como la medicina, han propiciado el éxodo de aproximadamente 4 millones de ciudadanos. Muchos de ellos envían dinero a sus familiares desesperados.

Pero el valor de estas remesas se ha desplomado. Entre junio 2018 y junio 2019, el costo de vida en dólares aumentó 545%, dijo Oliveros, cuya firma rastrea el valor en dólares de una canasta mensual de productos.

Como resultado, vivir en Venezuela en estos días puede ser tan costoso o más que en Estados Unidos. Un tarro de mantequilla de maní que cuesta unos US$5 en EE.UU. se vende por US$15 en el país petrolero.

Dinero para comida

Gabriel Chollet, un estudiante de derecho de 18 años, vive con los US$35 mensuales que su madre y su hermano envían desde Perú y Chile. El dinero es apenas suficiente para comprar algunas verduras, fríjoles y, a veces, sardinas para una semana.

«No ganan mucho dinero, él lava autos y ella es camarera», dijo Chollet desde el barrio marginal del estado de Guárico donde vive, en el centro de Venezuela. «Hace un año, podía comprar comida para un mes. Hoy, todo es más caro».

La impresión de bolívares para financiar un déficit presupuestario masivo alimentó una inflación de seis dígitos y destruyó la moneda local. Los intentos por redinamizarla, al quitar ceros e imprimir nuevos billetes, fallaron en múltiples ocasiones después de solo unos meses.

Dada la inestabilidad económica y política del gobierno de Nicolás Maduro, las autoridades se han hecho de la vista gorda sobre la adopción del dólar estadounidense como una forma de pago aceptada. Se ven dólares tanto en mercados callejeros como en restaurantes elegantes, y también se aceptan ampliamente pagos con tarjetas de crédito extranjeras.

En un esfuerzo por contener la presión inflacionaria, el banco central impuso límites draconianos de requisitos de reserva que efectivamente obligan a los bancos a bloquear todos sus bolívares en exceso para limitar severamente la liquidez. Esto causó una escasez de billetes de bolívar y llevó a los venezolanos a apoyarse aún más en el dólar. Paralelamente, los tipos de cambio oficiales y del mercado negro se fusionaron por un tiempo y se mantuvieron estables después de años de depreciación.

La política del gobierno ha mostrado signos de funcionamiento, aunque a costa de un mayor estrangulamiento de una economía que lleva años en deterioro. La inflación anual de Venezuela cayó a 34.900%, lo que representa un descenso frente al 224.900% de fines del año pasado, según el índice Café con Leche de Bloomberg. Aún así, no ha frenado tanto la inflación como ha disminuido la tasa del bolívar.

«Aunque el encaje bancario ha permitido bajar la inflación, se ha logrado con la reducción de la producción», dijo Luis Vicente León, jefe de la empresa de encuestas Datanálisis.

Si bien puedes encontrar muchos productos caros importados directamente de EE.UU. en estos días, la industria local ha sido diezmada. Una barra de chocolate hecha en Venezuela puede costar el doble de una importada de EE.UU. Hace un par de años, comer chocolate importado era un lujo.

No es suficiente

En un país donde los salarios pagan tan poco como US$4 al mes, los dólares son cada vez más cruciales. El monto promedio que recibe una familia en remesas se ha casi duplicado a US$110 por mes en el último año, y los flujos totales podrían ascender a US$3.000 millones este año, según Datanálisis.

Pero eso no alcanza para mucho. El precio mensual de una canasta de productos necesarios para mantener a una familia de cinco personas era de US$200 en junio, según el grupo de investigación de Caracas Cenda.

«Cuando tengo que comprar medicamentos, tengo que enviar un mensaje de texto a mis hijos y a todos mis parientes en el extranjero, porque simplemente no puedo pagarlos», dijo Rojas mientras pintaba un portavasos de madera que intentará vender a amigos y vecinos para obtener dinero extra. «Es vergonzoso».

Notas original:Not Even Dollars Can Save Venezuelans From Inflation’s Wrath

Reportero en la nota original: Alex Vasquez en Caracas Office, avasquez45@bloomberg.net

Editores responsables de la nota original: Daniel Cancel, dcancel@bloomberg.net, Patricia Laya, Kara Wetzel

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