El escritor, periodista y politólogo argentino radicado en Miami es uno de los periodistas más reconocidos en Estados Unidos, editor y columnista para América Latina del diario “The Miami Herald” y conductor de “Oppenheimer presenta” en la señal CNN en Español, donde entrevistó a Javier Milei antes de convertirse en el presidente de los argentinos, reflexiona sobre la posibilidad de éxito o fracaso del flamante mandatario. Además, es autor de varios best sellers, y en su último libro, titulado “¡Cómo salir del pozo!”, recorrió el mundo investigando qué hacen los países que tienen mayor índice de felicidad entre sus ciudadanos y la relación que existe entre un mayor grado de índice de felicidad, un crecimiento económico sostenido y un bajo nivel de corrupción.
Estás en la Argentina por tu libro “¡Cómo salir del pozo!”, donde hablás de las claves de la felicidad, contás que la encuesta anual de Gallup, entre 150 mil personas que se hace en 137 países, demuestra que los enojados aumentaron del 24% en el año 2006 al 33%, lo que confirma que hay un aumento global de la infelicidad y las emociones negativas porque el agregado de estrés, la tristeza, el enojo, la preocupación, el dolor físico, han llegado a niveles record y que la gente viene sintiéndose insatisfecha desde antes de la pandemia, ¿cuánto de ese malestar social mundial tiene que ver con decisiones de los líderes que arrasan con el statu quo o prometen hacerlo?
Lo digo en las primeras páginas del libro, creo que el populismo es una consecuencia del descontento, no al revés, también al revés. Pero esta ola de descontento que estamos viendo en el mundo, que está aumentando en los últimos veinte años desde que Gallup empezó a hacer las encuestas, probablemente desde antes, está produciendo fenómenos como Trump, como el Brexit, como los estallidos sociales en Chile, en Perú, en Colombia. Cuando se me ocurrió hacer este libro, precisamente hace como cinco años, cuando empezaron estas revueltas sociales en Chile, en Perú, en Colombia, porque yo, como vos, como muchos escritores, periodistas, economistas, hablábamos del modelo chileno. Yo siempre decía en televisión, en mis libros, “hay que seguir el modelo chileno, es el único país que crece y reduce la pobreza”. Y de pronto, en 2018-2019, ¡boom! estallido social. Llamo a mis amigos chilenos, gente que respeto, gente importante, gente no tan importante, pero muy inteligente. Y todos descontentos, ¿cómo puede ser? Lo mismo pasó después en Perú, lo mismo en Colombia. Entonces entrevisté a John Clifton, el CEO de la encuestadora Gallup, lo tuve en mi programa de CNN y le pregunté: “Oiga, ustedes hacen encuestas anuales de la felicidad en todo el mundo, le preguntan a la gente cuán feliz sos en una escala del uno al diez en todas partes, y de acuerdo a eso hacen un ranking, los países más felices y los menos felices, del 1 al 137”. Y él me dijo: “Lo mismo está pasando en todo el mundo”. La primavera árabe, que había pasado hacía poco tiempo, empezó en Túnez, el norte de África, con un estallido social, y Túnez era el Chile de África, el país que más crecía y más reducida la pobreza. Entonces me dije que esto es un fenómeno mundial, hay que investigar qué está pasando. Y lo hice, pero de una manera diferente a lo usual, porque no quería escribir un libro entero diciendo “uy, hay una ola de insatisfacción en el mundo”. Eso lo digo, es la primera frase del libro, “una ola de descontento”.
Querías proponer soluciones.
Claro. Digo eso en cinco o diez páginas, punto. Todo el libro tiene soluciones. Entonces me propuse recorrer el mundo, ir a los países más felices del ranking mundial de la felicidad, Dinamarca, Finlandia, todos los países nórdicos, ir a otros países también, que están haciendo cosas muy innovadoras para aumentar la felicidad de la gente. El Reino Unido, Gran Bretaña, están haciendo cosas muy innovadoras, muy interesantes para mejorar la satisfacción de vida de la gente.
No solo el caso de Chile y el de Túnez, que era el modelo, el éxito previo a la primavera árabe. También marcás en tu libro que en la propia Gran Bretaña, antes del Brexit, el producto bruto había crecido más que nunca, tenían caída del desempleo, sin embargo, los ingleses estaban tan enojados que se quisieron ir de Europa.
Exactamente. Eso me planteó la enorme pregunta, entonces, todo lo que creíamos todos estos años de que el crecimiento económico es la llave de la felicidad, de la prosperidad, se me derrumbó todo, esto hay que investigarlo. Pasé mucho tiempo investigando el caso del Reino Unido, y después fui a India, fui a Bután, me encontré con soluciones espectaculares y me encontré con un fenómeno básico, antes de contarte algunas de las cosas que encontré en estos países, y es que el crecimiento económico sigue siendo fundamental, el que diga que no te está vendiendo humo.
Es condición necesaria, no suficiente.
Exactamente.
Es lo que trata de hacer López Obrador, por ejemplo.
El presidente de México había prometido una tasa de crecimiento del 4% anual. Llegó al poder, no está llegando ni al uno y pico, al dos promedio, y ahora dice: “Lo importante no es el crecimiento, lo importante es la felicidad”. Está usando la felicidad como excusa para disimular su fracaso económico. Y Alberto Fernández dijo lo mismo acá hace dos años, lo cito en el libro, que lo importante es la felicidad, no tanto el crecimiento, que no es una medida. Eso es absurdo.
Eso lo dijo Alberto Fernández cuando tenía crecimiento, porque en sus primeros tres años hubo uno de no crecimiento, que fue la pandemia, o sea, ahora se le cae, pero cuando dijo eso tenía un crecimiento mayor que el anterior. Es necesario el crecimiento, obviamente.
Como bien dijiste, el crecimiento es indispensable pero no suficiente. La novedad del libro, más que del libro, lo nuevo que está pasando en el mundo que todavía no se conoce muy bien en esta parte de mundo, ni tampoco en Estados Unidos, es que hay una creciente disciplina de los economistas internacionales, los psicólogos internacionales, y los premios Nobel, que están diciendo que el crecimiento económico es indispensable, pero no suficiente, hay que acoplar políticas públicas que aumenten la felicidad. Las dos cosas tienen que ir juntas, porque el crecimiento económico sin políticas que conduzcan a la felicidad te lleva a un estallido social.
Marcabas que si bien la economía no es todo, es fundamental, pero hay otros datos de mejora mundial. El más relevante es que vivimos casi veinte años más que nuestros abuelos. Problemas que ellos tenían la tecnología los ha solucionado. Es indiscutible que la calidad de vida es mucho mejor que hace veinte años. Ya no estamos hablando de economía, sino de cosas tan esenciales como la salud.
En mi libro anterior, ¡Sálvese quien pueda!, terminaba justamente diciendo todos los motivos por los cuales la vida hoy es mejor que hace cien o doscientos años. Vivimos más, hay menos mortalidad infantil, hemos curado enfermedades, etcétera. Pero lo resumí al final en una cuestión muy simple, si alguien te dice que el mundo es terrible y está cada vez peor. Yo le pregunto a esa gente, si tenés que ir al dentista hoy porque tenés una caries, qué preferís, ir al dentista hoy o haber ido al dentista hace doscientos años cuando te sacaban las muelas con una tenaza y sin anestesia. Parece trivial, pero hasta hace ciento cincuenta años te sacaban una muela con una tenaza.
Para los griegos la felicidad era el fin de la filosofía, Aristóteles colocaba la eudaimonía, eu de “bueno” y daimon de “espíritu”, y planteaba que en realidad la eudaimonia era el fin de la felicidad y que simplemente discutimos respecto del cómo, que el objetivo de todos era ser felices. Incluso todo el utilitarismo, escuela filosófica que está basada en la idea de que la clave es obtener la felicidad, ya los griegos lo tenían claro hace tres mil años.
Le agregaría que la clave es ser feliz y hacer feliz a otros, pero el crecimiento por sí mismo, como decíamos antes, no alcanza.
Tengo una tesis: al mismo tiempo que teníamos a los viejos griegos diciendo “la clave es la felicidad”, me viene a la cabeza el tetrafármaco de Epicuro para curar el alma, cuando el médico del cuerpo era el médico del alma en aquella Grecia golpeada porque Macedonia la había arrasado y sentían que unos brutos podían dominarlos. Me viene a la mente Lacan cuando dice “el deseo siempre es deseo de otra cosa, porque una vez que se consigue, desaparece como deseo y empieza el deseo otra vez”, la sociedad siempre, no importa cuánto avance, va a tener deseo porque eso mueve a la humanidad. Diría que la insatisfacción es lo que ha hecho grande a la humanidad.
Sí, pero iría más a lo práctico, porque me importa el aquí y el ahora. Para citar el primer ejemplo que usabas sobre el alma. Una de las cosas que me impresionaron y que cuento en el capítulo del Reino Unido, de las cosas que vi para aumentar la felicidad es el tema de los recetadores sociales.
¿El tema de la soledad sería?
El tema de la soledad y de la infelicidad. Hace dos años crearon el puesto de recetador social en los hospitales de Gran Bretaña, porque según me decían los directivos de la Academia Nacional de Recetadores Sociales, que ya hay, el 20% de la gente que va a un hospital no necesita una receta médica, necesita una receta social. La versión moderna de lo que decías recién. Significa que vas al médico porque te duele algo, el médico te hace todos los exámenes de sangre y resulta que no tenés nada y te dice: lo que usted necesita es una receta social, un grupo comunitario, reunirse con gente, algo que le alegra la vida, vaya al piso de abajo y hable con Andrés, el recetador social”. Venís al piso de abajo, está el recetador social con una computadora con diez mil grupos comunitarios. El recetador social te pregunta qué te gusta.
Escuchá la entrevista completa en Radio Perfil.
por Jorge Fontevecchia