A unos 4.700 metros sobre el nivel del mar, en el sur de Bolivia, se encuentra el Cerro de Potosí, la legendaria montaña que desbordó bonanza en la época de la colonia española con las vetas de plata más importantes del mundo. Hoy, el aire gélido, el abandono y las carencias son el panorama.
En este lugar el trabajo comprometido de tres mujeres está cambiando la vida de 120 niños y adolescentes gracias al proyecto Encuentros de la Fundación Simón I. Patiño. Sandivel Miranda, Anabel López y Marí Elena Rodríguez desafían el analfabetismo, la indiferencia y el machismo para ofrecer apoyo pedagógico y crear nuevas oportunidades.
Pailaviri y Robertitos son sectores mineros en los que las condiciones para los menores son limitadas. En el primero se cuenta con una infraestructura especialmente pensada para las actividades educativas, pero en el segundo, la situación es más compleja, precaria, pues se debe caminar más de una hora y visitar casa por casas, pero mayormente las conversaciones se producen luego y los encuentros con los pequeños se dan en las faldas del cerro.
“Hemos creado un oasis a la mitad del cerro para que los chicos puedan después de clases o antes tener un lugar donde se puedan distraer, aprender y así evitar que estén a la deriva”, dice a la Voz de América, Francisco Llenero, coordinador del proyecto.
Sandivel Miranda, Anabel López y Marí Elena Rodríguez no son educadoras de profesión, pero se capacitan constantemente con la Fundación Patiño para ofrecerles lo mejor a los niños.
“La empatía del equipo es muy importante porque las condiciones no son fáciles. En el cerro no hay agua potable, no hay alcantarillado, no podemos ir al grito y tener agüita. Aún así vienen los niños y hay un equipo de mujeres dispuestas a trabajar con ellos”, dice Sandivel.
Rezago y superación
Datos oficiales del Programa Nacional de Posalfabetización a 2023, indican que la tasa actual de analfabetismo impacta más a niños y niñas que no tienen acceso a la educación.
Pero en el caso del Cerro de Potosí esta situación también alcanza a las madres de familia. La mayoría son mujeres solas y sustento de sus hogares. Trabajan 24 horas, los siete días a la semana y viven con sus hijos en condiciones de hacinamiento en las bocaminas. No alcanzaron a terminar la primaria y esa es una gran limitación cuando intentan ayudar a sus hijos.
“Queremos cambiar su futuro. Que los niños no se resignen y digan ‘ya no puedo o no me gusta estudiar, mejor me quedo como minero’. Es decir, evitar que esa cadena continúe con ellos y les quite oportunidades”, añade Sandivel.
Marí Elena ve con preocupación la desventaja social que deben enfrentar los niños respecto a sus compañeros. “Hay muchas dificultades en lectura y escritura. Hay que enseñarles nuevamente, a veces retrasar el nivel en el que están en la escuela para que puedan aprender, y eso es lo que más nos gusta, las ganas que tienen de aprender”.
Un futuro que se puede cambiar
El trabajo dedicado en el Cerro de Potosí ya ha dado sus frutos, pues varios niños que recibieron apoyo gracias a este proyecto, han podido seguir una carrera, y eso es lo más gratificante, dice Marí Elena. “Vemos el mejoramiento de los niños y convertirse en profesionales: tenemos a un policía y otros que han seguido formándose para llegar a un nivel mayor, con una mejor perspectiva para el futuro”.
“Queremos involucrar a los niños en todo el proceso y que vean que sí se puede mejorar. Si logramos cambiar el futuro de un niño o niña ahí tenemos un efecto multiplicador”, añade Sandivel.
En el futuro se planea incorporar a voluntarias de otros países para consolidar nuevas metodologías y actualizaciones educativas.
Con estos resultados, Angelina Araujo, coordinadora de Proyecto Antenas, dijo a la Voz de América que la Fundación Simón I. Patiño seguirá con el objetivo de “mejorar los niveles de vida de los niños y adolescentes del que un día fue llamado “Cerro Rico de Potosí”.
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