CIUDAD DE MÉXICO —
Seguida por perros de búsqueda y policías, María de Jesús Soria Aguayo y más de una decena de voluntarios caminaban cuidadosamente el miércoles a través de campos secos en el sur de la Ciudad de México con la mirada fija en el suelo.
El grupo buscaba restos humanos y otra evidencia después que buscadores voluntarios dijeron que en el sitio podría haber un crematorio clandestino.
La búsqueda se llevó a cabo luego de que Ceci Flores, líder de un grupo que busca los cuerpos de personas desaparecidas en México, anunció en redes sociales el martes por la noche que su equipo había hallado huesos, fosas clandestinas y carnés de identificación en los alrededores de una fosa carbonizada en el lugar.
Sin embargo, Ulises Lara, fiscal general de la Ciudad de México, rechazó esas afirmaciones el miércoles por la noche, diciendo que funcionarios encontraron 14 huesos y todos eran de “origen animal”.
“Podemos afirmar que no se trata de un crematorio, ni de una fosa clandestina”, declaró.
El anuncio de Flores un día antes atrajo la atención porque fue la primera ocasión en la memoria reciente en que alguien afirmó haber hallado un sitio usado para deshacerse de cuerpos en la capital mexicana.
Si se encontrara un sitio así, sería un golpe para el partido gobernante Morena en las semanas previas a las elecciones del 2 de junio. Morena dice que la violencia en México no se ha extendido a la capital mientras el partido ha estado al frente del gobierno local.
La búsqueda del miércoles pone de relieve la dura labor que enfrentan muchas familias mexicanas mientras buscan los restos de las 110.000 personas que han sido declaradas como desaparecidas en el país en medio de la violencia de los cárteles del narcotráfico.
Los voluntarios, como Soria Aguayo, son en gran medida madres de personas desaparecidas. Han formado sus propios grupos independientes para buscar en regiones de México afectadas por la violencia.
Las “madres buscadoras” normalmente no suelen buscar culpables por el secuestro de sus parientes. Dicen que sólo intentan encontrar sus restos. Muchas familias dicen que el no saber definitivamente qué le pasó a un familiar es peor de lo que sería saber que está muerto.
“Mi búsqueda empezó yo sola. A rastrear con mis propias manos. A buscar sola en el campo”, dijo Soria Aguayo, de 54 años, de cuyo hijo se recuperaron los restos en el Estado de Veracruz en 2022. “Mi compromiso con ellas es seguir hasta que aquí él diga ya no, ahí me pararé… porque nos faltan muchos”.
El gobierno mexicano ha invertido poco dinero en buscar a los desaparecidos, por lo cual los voluntarios efectúan sus propios intentos de hallar fosas clandestinas en las que los cárteles ocultan a sus víctimas.
Si los voluntarios encuentran algo, lo más que harán las autoridades es enviar a un equipo de policías y médicos forenses a recoger los restos, que en la mayoría de los casos nunca son identificados. El gobierno tampoco ha financiado adecuadamente ni implementado una base de datos genéticos con el fin de facilitar la identificación de restos.
Cada vez con mayor frecuencia las búsquedas tienen consecuencias letales. Al menos siete activistas que buscaban a desaparecidos en México han sido asesinados desde 2021.
A los grupos de voluntarios les molestó una campaña gubernamental para hallar a las personas desaparecidas acudiendo a su último domicilio conocido, para ver si han vuelto a casa sin avisarles a las autoridades. Los activistas alegan que es sólo un intento de reducir las vergonzosas cifras de desaparecidos.
Al hablar sobre algo de la evidencia hallada antes en el lugar, Lara dijo por la mañana que la policía acudió a los domicilios que aparecían en las tarjetas de identificación recuperadas y “se pudo verificar que las personas titulares de dichas identificaciones se encuentran vivas y gozan de buena salud”.
Lara indicó que una de ellas, una mujer, les dijo a los agentes policiales que su tarjeta de identidad y su teléfono celular le fueron robados aproximadamente hace un año, cuando ladrones se los arrancaron de las manos mientras estaba en un embotellamiento de tránsito. Aunque eso descartó la posibilidad de que el cuerpo de la mujer pudiese haber sido arrojado allí, dejó entrever que delincuentes habían usado el sitio para deshacerse de evidencia. En las márgenes boscosas y rurales de la Ciudad de México no es raro escuchar que delincuentes arrojen los cadáveres de personas secuestradas.
Después de horas de buscar en los campos del sur de la capital mexicana, los voluntarios no hallaron nada.
Aunque algunos en el grupo dudaban de que encontrarían algún cadáver, Flores dijo que planeaban continuar con su búsqueda, y señaló que llevaban dos días buscando en la zona tras recibir una pista anónima. Voluntarios como Flores suelen efectuar sus propias investigaciones, en ocasiones apoyándose en pistas que les dan exdelincuentes.
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