¿Ahí vienen los Brics?

La próxima semana, la Cumbre de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) parece anunciar la revitalización del grupo como un paso en el creciente desafío al orden internacional unipolar. Después de un período de letargo, a raíz de las sanciones económicas a Rusia, la guerra de Ucrania y los alineamientos geopolíticos consecuentes a nivel global, se ha despertado una reactivación del grupo como una alternativa y un contrapeso a diferentes mecanismos multilaterales –formales e informales– establecidos en el marco del sistema internacional liberal. Más allá de sus disparidades y asimetrías, este grupo de naciones y economías emergentes coincide en promover un orden multipolar que permita su incorporación no solo como los tradicionales “rule takers” de las normas e instituciones de Occidente, sino también como actores protagónicos de un orden mundial emergente y, como promotores de un nuevo paradigma de relaciones financieras y de desarrollo entre las naciones del Sur Global.

Establecidos como un grupo de naciones en 2009, a partir de la 14ª Cumbre de los Brics en Beijing en junio de 2022 se inicia un acelerado proceso de reactivación del grupo y de su potencial ampliación. En la actualidad, 23 países han solicitado su ingreso al grupo.

Las principales razones de la expansión de los Brics se pueden atribuir a la intensa confrontación Este-Oeste, particularmente agudizada por los alineamientos en torno a la guerra de Ucrania y a las sanciones impuestas a Rusia; y a la profundización de la cooperación “Brics Plus” frente a los cambios geopolíticos en curso. Como economías emergentes y grandes potencias regionales, las naciones del Brics tienen una fuerte motivación para absorber otros países “nodo” con ubicaciones estratégicas clave y economías en auge en el Sur Global y en Oriente para unirse al grupo, ampliando el espectro de aliados, socios y amigos en sus esfuerzos de promover un mundo multipolar.

En consecuencia, la próxima Cumbre de los Brics despierta grandes expectativas y a la vez implica significativos desafíos para la organización.

Por un lado, informes financieros recientes sugieren que los Brics ya son el bloque de PBI más grande del mundo, contribuyendo actualmente con el 31,5% del PBI mundial, por delante del G7, que contribuye con el 30,7%. En particular, el cambio en el poder económico del G7 a las economías emergentes es el impulsor clave detrás de la reconfiguración del orden mundial y la emergencia de un orden multipolar. Los Brics surgen con el fin de convertirse en una alternativa a las instituciones financieras occidentales y, en particular, a los grupos informales occidentales con fuerte peso en el sistema internacional como el G7 y el G20. Como tales ven en su alineación y cooperación económica una oportunidad de ampliar su influencia global y de influir y reformar de los mecanismos de gobernanza global.

En función de estos objetivos, la agenda prevista para la Cumbre de Johannesburgo incluye temas clave para el avance del grupo: la expansión a un Brics Plus; la utilización de monedas locales en sus intercambios comerciales y la posibilidad de crear una moneda común –eventualmente digital– para desplazar la primacía del dólar estadounidense; y el fortalecimiento del Nuevo Banco de Desarrollo como un mecanismo alternativo para impulsar la cooperación Sur-Sur y el desarrollo. No estarán ausentes, sin embargo, la guerra en Ucrania, que alinea de diferentes maneras a sus miembros, y el cuestionamiento al neocolonialismo en África junto con la necesidad de impulsar el desarrollo de la región.

Sin embargo, por otro lado, el tema de la ampliación del grupo da lugar a posiciones diferentes entre el núcleo de Rusia y China, que apoyan la expansión en tanto contribuye a ampliar su influencia y presencia en el Sur Global, y los de India y Brasil, más reticentes en función de sus propios intereses nacionales y sus vínculos con Occidente o con su propia región. A lo cual se agregan las tensiones generadas por la abortada participación personal de Putin, con una orden de detención pendiente por parte de la ICC en un país que es firmante del Estatuto de Roma que obligó a darle un formato híbrido a la cumbre. A su vez, la erosión progresiva del dólar a nivel global y los acuerdos ya avanzados entre algunos de los miembros actuales y potenciales del grupo para utilizar sus propias monedas en sus intercambios comerciales si bien facilita el camino hacia la creación de una moneda común, requiere también de una aceitada preparación técnica para materializarla y abre el paso, por el peso económico de China, a una eventual “yuanización” de esta. A lo que se suma la necesidad de un debate sobre los criterios idóneos tanto para la incorporación de nuevos miembros como para su acceso al NBD, eventualmente fortalecido con aportes financieros de nuevos socios como Arabia Saudita y otras poderosas economías emergentes que aspiran a su incorporación.

Pero las diferencias –con matices– entre sus miembros se generan en torno a concebir el grupo –eventualmente ampliado y reforzado– como una herramienta para modificar y reformar el actual orden mundial o como un instrumento para la recuperación y el desarrollo nacional. De hecho, estas diferencias reflejan también prioridades distintivas en torno a cómo se concibe un orden multipolar emergente: como un instrumento hacia el desarrollo interno (en el caso de India y Brasil) o hacia la proyección externa global (Rusia, China) o regional (Sudáfrica). En este marco, el debate sobre la ampliación del grupo afectará al paradigma predominante en los Brics. Y más allá de Brasil, afectará a otros aspirantes latinoamericanos, como Argentina y Bolivia, en sus propias estrategias de inserción internacional.

* Analista internacional y autor de Guerra y transición global.

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