Isadora Duncan: la musa de los pies desnudos

Fue calificada como “la musa de los pies desnudos” y la pionera de la danza moderna.

Inclusive el poeta Rubén Darío sostuvo que Duncan era “la animación de la escultura femenina”.

Su arte y su postura personal, a fines del siglo 19 e inicio del 20, fue revolucionaria.

Isadora Duncan tuvo una vida tan intensa como efímera, tan potente como fugaz.

Con un talento precoz, la niña estadounidense se hizo visible con su danza desde los seis años.

A esa edad organizó su primera escuela de baile para los niños de su barrio en su San Francisco natal, donde nació en 1878.

Duncan siempre afirmó que bailaba gracias al vaivén de las olas al mirarlas en las playas de la costa oeste de Estados Unidos.

A los 10 años dejó la escuela para dedicarse a la danza. El reconocimiento a su talento se hizo notorio en su ciudad, inclusive en los ámbitos más adinerados y distinguidos de la sociedad californiana.

Se crió en un clima de gran sensibilidad artística ya que su madre tocaba el piano y sus hermanos también danzaban, mientras recitaba a Shakespeare.

Su fama tuvo una proyección notable y la familia se mudó desde San Francisco a Chicago para luego finalizar en Nueva York.

A pesar del éxito en su tierra no se sintió plena en su reconocimiento artístico y convenció a sus seres queridos a mudarse a Europa para ofrecer su don, que nacía desde sus pies.

Londres fue su primer destino. Ahí maravilló a los británicos, y luego se proyectó a los teatros de París, desde donde comenzó una gira por el Viejo Continente.

En Budapest firmó su primer contrato para bailar sola y su éxito fue rotundo.

Ella rechazaba el ballet académico. Prefería salir de una partitura establecida y crear su propio universo poético desde la danza.

Bailaba con movimientos libres, cubriéndose con velos transparentes.

A principio del Siglo XX, fue calificada de “extravagante” no solo por su arte escénico sino también por su actitud ante la vida.

Duncan postulaba el amor libre, la defensa a los derechos de la mujer y a tener hijos con quien quisiera.

En lo personal, fue tan disruptiva en aquellos años como lo realizado en las tablas de los principales escenarios europeos.

Tuvo tres hijos con diferentes hombres, a quienes rechazó como esposos formales.

Con el famoso actor Edward Gordon Craig tuvo una hija. Luego, un hijo con Paris Singer, el heredero del famoso imperio de las máquinas de coser.

En 1913, establecida en Alemania, donde dirigía una Academia, supo la peor noticia de su vida: sus dos hijos, de 6 y 4 años, fueron encontrados sin vida en el río Sena luego de caer el vehículo que conducía la niñera que los cuidaba.

Arrasada por una tristeza desconocida, Duncan viajó a Italia donde conoció a un joven que la dejó embarazada.

Dió a luz a un niño el día que comenzó la primera Guerra Mundial, el 28 de julio de 1914. Con un sombrío destino entre sus proyectos personales, su tercer hijo murió a las pocas horas de nacer.

No tuvo otra fuerza que aferrarse al arte para sobrevivir.

Fue invitada por Lenin a radicarse en la Unión Soviética, donde encontró un poco de consuelo en el amor de un joven más joven que ella.

Sin embargo, al separarse fue en busca de otra ciudad europea para vivir, sin saber, que recorrería sus últimos días de vida.

En Niza, a los 50 años, la extraordinaria bailarina Isadora Duncan falleció mientras manejaba un Bugatti descapotable.

En un juego entre macabro y perverso, su larguísima chalina, que llevaba alrededor del cuello, se enredó en una de las ruedas del automóvil y murió estrangulada por la seda.

El 14 de septiembre de 1927 muere la bailarina estadounidense Isadora Duncan.

La historia también es noticia en Radio Perfil. Guion de Andrés Ruíz y locución de Pita Fortín. 

por Radio Perfil

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