La historia increíble del «Italpark comunista» abandonado que reabrirán en dos años

Una elevación suave, un sendero que hace unas curvas, y dentro de un corralito de obra se ve un dinosaurio descuartizado. Un triceratops, probablemente, protegido por esa cerca que parece augurarle algún destino de supervivencia.

Si uno traza una línea, hay 64 metros hasta el agua del río Spree, el mismo que a unos kilómetros pasa por el centro de Berlín, con todos los hitos históricos a metros de sus márgenes.

La bestia de plástico, abatida, seccionada, con el lomo grafiteado, habita y quizá seguirá haciéndolo (tal vez en adelante como un testimonio retro de sí misma) en un sitio bastante especial del mapa de la capital alemana. En una escala diferente al reconstruido palacio del Reichstag o la East Side Gallery -el tramo más largo conservado del Muro-, la leyenda de la vieja feria de atracciones comunista del parque Treptower también da fe de un tramo de la historia de una ciudad donde pasó de todo.

Spreepark

El río le dio el nombre capitalista al Spreepark, abierto al público en 1969 como Kulturpark Plänterwald. Estamos ubicados en el lado de lo que fue la República Democrática Alemana, en la enorme extensión que en sus 160 hectáreas conserva, además, el descomunal Monumento de Guerra Soviético, el más grande que construyó la URSS en Europa occidental, con su arco con las hoces y los martillos, frases de Stalin talladas en piedra, y la estatua gigante con un héroe qus pisa una esvástica.        

Spreepark

Menos excesivo o severo, el vecino «Italpark» comunista de Berlín, abierto al cumplirse los 20 años de la creación del la Alemania Oriental, quedó fijado en el mapa emocional de un par de generaciones.

Era el único parque de diversiones permanente en la RDA y además tenía juegos importados: los videos de los años ’80 muestran atracciones idénticas a las de los parques de occidente. Tazas, autos chocadores, la montaña rusa, sombrillas voladoras, el tren fantasma. En esas escenas el público pasea con sus camperas de jean y sus copos de nieve en la mano.

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El parque no desapareció con el Muro desplomado en 1989. Privatizado y con nuevo nombre, tiró hasta 2001. Las máquinas quedaron quietas y el predio empezó a ser «reconquistado por la naturaleza«, como narran, en un esfuerzo para buscarle el lado positivo, o para no decir «tapado por las plantas», quiénes están a cargo del proyecto para recuperarlo por completo para 2026. 

Esta nueva época empezó a dar pasos hace 10 años. Antes del actual momento promisorio, hubo un período polémico que derivó en una historia increíble. Esa etapa lleva el nombre y el apellido de Norbert Witte, un empresario que logró la concesión y lo rebautizó Spreepark. El parque tuvo su proceso de mordernización en la nueva Berlín unificada. Llegó a tener 400 empleados y a recibir 1,5 millones de visitantes al año. Pero las dificultades con el estacionamiento (el municipio cerró una playa para 3.000 autos) y la impericia en el manejo, fueron empujándolo a la decadencia.

Spreepark

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Pero, ¿quién era el tal Norbert Witte? A juzgar por un antecedente, alguien poco indicado para llevar adelante con garantías un parque de diversiones. El 14 de agosto de 1981 intentaba reparar un juego en una feria en Hamburgo cuando una grúa golpeó contra un carrusel llamado «Skylab» y mató a 7 personas. Fue el accidente más grave ocurrido en un parque de este tipo en toda la historia alemana.    

Más de 20 años después, fundido con el Spreepark, aplicó un golpe de timón: cargó en un barco una parte de los juegos y se los llevó a Perú con la idea de empezar de nuevo.

Norbert Witte: una aventura a Perú y el desastre

Hasta acá claramente tenemos una historia. Un parque amado, leyenda de la Alemania comunista, que se recicla después de la caída del Muro. Un empresario en una crisis cuantificada en una deuda de 15 millones de euros que acude a contactos alemanes en América para ir a montar su negocio del otro lado del océano. Todavía falta la parte del desastre.

Spreepark

La «epopeya» de Witte empezó en enero de 2002, cuando viajó a Lima con su familia y 20 contenedores que cargaban las atracciones Fliegender Teppich, Butterfly, Spider, Baby-Flug, Wild River y Jet Star. El gobierno local pensaba que los artefactos entraban para ser reparados (eso había declarado Witte), pero la idea del empresario era armar otro parque. Lo hizo, y lo llamó «Lunapark», el nombre de una feria de atracciones que había funcionado en Berlín entre 1909 y 1933. 

No le fue bien y entonces se le ocurrió algo para salvar la inversión: en el mástil del Fliegender Teppich (Traducción: alfombra voladora) escondió e intentó mandar 167 kilos de cocaína hacia Alemania. El negocio, evidentemente, se había desvirtuado.

Norbert Witte y su hijo Marcel
Norbert Witte y su hijo Marcel

Witte cayó preso y en 2004 le dieron 7 años de cárcel. Peor la pasó su hijo Marcel, porque sus documentos figuraban en los trámites para la salida del país del artefacto. Lo condenaron a 20 años y lo mandaron la cárcel de Sarita Colonia, una de las más duras de Perú.

Al padre le redujeron la pena y volvió a su casa, ubicada en el mismo predio del Spreepark, donde se dedicó a armar algunas atracciones para otros parques y a organizar visitas guiadas a la ruinas.  Siempre defendió  la inocencia de su hijo. «No sabía nada del negocio”, dijo, pero no volvió a visitarlo. Recién en 2016 a Marcel Witte lo deportaron a Alemania para que completara su condena cerca de su familia.

Spreepark de Berlín: que queda y qué pasa ahora

Un paseo con el Google Maps alcanza para advertir que del parque comunista y su sucedáneo quedo muy poco, Los años y las intrusiones lo dejaron casi en cero. Por eso lo llamaron el «parque perdido». 

Spreepark

Pero en 2014 llegó el reseteo. A través de la empresa estatal  Grün Berlin, la ciudad se hizo cargo y entonces empezó una lenta recuperación que fue sumando capítulos materiales desde 2016. Pidieron la opinión de los berlineses sobre el perfil que querían para el parque, que, obviamente, ya no sería el mismo.

Noria de Spreepark

«Con el nuevo Spreepark, la capital está recuperando un espacio verde abierto para todos los vecinos, que combina armoniosamente el arte, la cultura y la naturaleza, con la historia única del lugar», explica la página oficial del proyecto. Destaca, a tono con la época, que las reliquias sobrevivientes, como la vuelta al mundo, «serán artísticamente reinterpretadas con un foco especial en la sustentabilidad y revitalizadas para nuevos usos«.

Por el el momento recuperaron la Eierhäuschen, una antigua casa reciclada como restaurant y sitio de exposiciones. En 2026, si todo va bien, quizá más aburrido pero amable con el presente, el nuevo Spreepark de Berlin tendrá su repartura completa y definitiva.

LT

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