Hedy Lamarr, rebelde e innovadora: ¿Quién fue la creadora del Wifi?

La actriz de  Hollywood que revolucionó la tecnología militar. Durante la Segunda Guerra Mundial, Hedy Lamarr ofreció sus conocimientos al gobierno estadounidense, aportando valiosa información sobre la tecnología militar nazi y así nació el salto de frecuencia, el cual sentó las bases para el Wifi, Bluetooth, entre otras tecnologías modernas. Desde su turbulento matrimonio con un fabricante de armas hasta su lucha contra las drogas, Lamarr enfrentó desafíos personales que contrastaron con su imagen pública. 

En un entorno donde las actrices eran relegadas a roles de belleza y sumisión, Lamarr destacó al fundar su propia compañía de producción en 1946, junto al productor Jack Chertok. Aunque tuvo control creativo sobre sus películas, enfrentó resistencia y escepticismo debido a su género. 

Hedy Lamarr

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Nació el 9 de noviembre de 1914 en Viena, Austria-Hungría, como Hedwig Eva Maria Kiesler, quien creció en un entorno culturalmente rico y tuvo una infancia marcada por su curiosidad y talento innato. Aunque su familia apoyaba sus inclinaciones artísticas, su relación con sus padres fue tumultuosa.  

En 1933 “Éxtasis”, protagonizada por Lamarr a sus 18 años, arribó a las pantallas checoslovacas cargada de desnudos y representaciones explícitas de la sexualidad femenina en el cine de época, lo que marcó el comienzo de la controvertida carrera de Hedy en Hollywood. Pero antes de su estrellato, la actriz había filmado otras dos películas europeas de bajo presupuesto que le brindaron experiencia en la actuación frente a cámara.

Ese mismo año, presionada por su padre, se casó con Fritz Mandl de 33 años , un millonario fabricante de armas que equipó a Adolf Hitler, años previos a la Segunda Guerra Mundial, y a Benito Mussolini, hecho que contribuyó a crear un ambiente opresivo para Hedy ya que su familia era judía. Mandl era un hombre amable, dedicado, dulce y servicial, al menos durante el cortejo que realizó para ella delante de las miradas de sus padres.

Luego del escandaloso estreno de “Éxtasis”, donde en una de las escenas el director Gustav Machatý utiliza una aguja para pinchar la planta del pie de Lamarr y así simular el primer orgasmo de la historia del cine con grito y todo, Mandl y su padre orquestan el matrimonio. En parte porque su progenitor no quería que su hija siga su camino artístico haciendo desnudos pecaminosos, aunque duraran dos segundos, y además porque el film fue tildado de escándalo sexual, censurado y condenado por el mismísimo Vaticano.

Hedy Lamarr no tenía idea de la puerta que abrió al pronunciar las palabras “sí acepto”. Durante su tortuoso y aburrido matrimonio, la joven de 18 años vivía encerrada en una mansión, cuidadosamente controlada por el personal y el ama de llaves que su marido había contratado, alejada de las pantallas y del ojo público. Los celos enfermizos de Mandl lo llevaron a querer comprar todas las copias del film para que el cuerpo de la joven no se expusiera ante los ojos del mundo. Un intento fallido por supuesto. 

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Cuatro años pasaron antes de que Hedy Lamarr regresara a las pantallas después de su audaz y valiente escapada. Las circunstancias exactas de su fuga siguen siendo objeto de debate: algunas teorías sugieren que aprovechó una distracción durante una fiesta en la mansión de Mandl para desaparecer sin dejar rastro, mientras que la versión más difundida relata que se escapó por la ventana del baño de un restaurante. Aunque en  “Éxtasis y yo” (1966), una autobiografía escrita por Leo Guild, cuenta que le dio un somnífero a su asistente personal y se escapó de su propia casa disfrazada como su empleada. 

Sea cual sea la verdad detrás de su huida, su regreso al cine marcó el comienzo de una nueva era en su vida y carrera, de la mano de prestigiosa productora Metro Goldwyn Mayer (MGM), con la condición de cambiar su nombre de Hedwig Eva Maria Kiesler a Hedy Lamarr, inspirado en la actriz estadounidense Barbara La Marr, a quien admiraba.

Después de establecerse en Hollywood, Hedy encontró un lugar en la industria del cine trabajando con una variedad de directores destacados. A sus 24 años, ascendió rápidamente al estrellato gracias a su destacado papel en la película de John Cromwell «Argel» en 1938, lo que desató la obsesión de la prensa por su belleza. Colaboró con el director King Vidor en películas como «Camarada X» y «Cenizas del Amor», con Jacques Tourneur en «Noche del Alma», con Robert Stevenson en «Pasión que redime» y con Cecil B. DeMille en «Sansón y Dalila». Estas colaboraciones contribuyeron a su creciente reputación en la meca del cine.

«Los inventos no son lo mío hasta que se han inventado”

Después del estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, Lamarr ofreció sus servicios al gobierno de Estados Unidos, puesto que poseía información sobre la tecnología militar nazi. En sus propias palabras más tarde, Hedwig reveló que tanto Mussolini como Hitler frecuentaban las opulentas fiestas organizadas en la residencia de su exesposo, a pesar de que él, siendo de ascendencia judía, había sido nombrado «ario honorario» por los regímenes fascistas.

Gracias a sus estudios de ingeniería, los cuales pudo continuar durante el encierro en la mansión de su exesposo, e inspirada por la radio a control remoto Philco Magic Box de 1939, Hedy Lamarr concibió la idea de utilizar el salto de frecuencia para crear un sistema de comunicación seguro capaz de redirigir torpedos enemigos durante la Segunda Guerra Mundial. Para dar vida a esta visión, se asoció con el compositor George Antheil y juntos presentaron su creación al Consejo de Inventores del gobierno de EE. UU.

La idea del salto de frecuencia surgió de una conversación entre la actriz y el compositor, en la que discutieron cómo podían proteger las comunicaciones militares de ser interceptadas por el enemigo durante la Segunda Guerra Mundial. Lamarr, conocida por su ingenio, recordó una técnica que había observado en pianolas, instrumentos musicales automáticos, que coordinaban 16 pianolas para tocar juntas. Esta técnica implicaba cambiar rápidamente entre las pianolas para evitar que sonaran al unísono, y Lamarr pensó que algo similar podría aplicarse a las señales de radio para evitar la detección y la interferencia. Así nació la idea del salto de frecuencia.

Dicha tecnología consiste en cambiar, “saltar”, rápidamente la frecuencia de transmisión en un patrón predefinido y sincronizado entre el transmisor y el receptor. Esto dificulta que los intrusos intercepten la señal, ya que necesitarían conocer el patrón exacto de frecuencias en el que se está transmitiendo en un momento dado.

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Hedy Lamarr
Patente del salto de frecuencia

Su invento fue recibido con escepticismo por parte de la Marina de los Estados Unidos, quien lo rechazó por completo. Sin embargo, pasó a ser propiedad del gobierno, puesto que uno de sus autores, Hedy, era extranjero y podría ser peligroso. Lo patentaron bajo el nombre de «Secret Communication System», clasificado como altamente confidencial. A pesar de enfrentar obstáculos para implementar su innovación en el campo militar, Lamarr continuó comprometida con el esfuerzo de guerra. Aunque se le alentó a centrarse en actividades más tradicionales de apoyo, como la venta de bonos de guerra, ella dedicó el resto de la guerra a entretener noche tras noche y recaudar fondos, logrando una notable contribución monetaria para la causa.

“La belleza y el cerebro no son compatibles”

Hedy Lamarr triunfó en la industria de Hollywood en un contexto difícil para las mujeres donde enfrentaban numerosos obstáculos debido a las expectativas de género y los roles tradicionales asignados por la sociedad. Su carrera siguió, pero La Metro Goldwyn Mayer seguía limitando sus opciones a roles de mujer misteriosa y seductora, negándole la oportunidad de desarrollar su verdadero potencial como actriz. En respuesta, Hedy Lamarr demandó a la compañía por su manejo negligente de su carrera, desafiando así las restricciones impuestas sobre su talento.  Esta acción resultó en una campaña de difamación en los medios, los cuales la retrataron como «libidinosa y difícil de trabajar».

En Hollywood, las actrices estaban frecuentemente sujetas a estándares de belleza y comportamiento estrictos, y tenían roles limitados tanto dentro como fuera de la pantalla. Muchas de ellas eran utilizadas como objeto de deseo para el género masculino dejando en claro que así era como debía verse una mujer. Las que intentaban asumir roles más creativos o de liderazgo, como la producción o la dirección, enfrentaban aún más desafíos debido a la dominación masculina en la industria. Pero a Lamarr esto no la paró.

En 1946 fundó, junto con el productor Jack Chertok, su propia compañía de producción llamada Mars Film Corporation. Aunque tuvo cierto control creativo y decisiones empresariales sobre sus películas, aún enfrentaba resistencia y escepticismo debido a su género. Esto, combinado con decisiones comerciales desafortunadas y acuerdos legales problemáticos, contribuyó a sus problemas financieros y al cese de actividades por parte de su productora quien no logró alcanzar el éxito esperado. Entre los films más destacados se encuentran «The Strange Woman» (1946), película que protagonizó y produjo, y «A Lady Without Passport» (1950).

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“No te quieren a ti, quieren una idea de ti” 

En 1966 el escritor Leo Guild le presentó “Éxtasis y yo” su autobiografía escrita por él. Hedy firmó sin leer y recibió un pago por 80.000 dólares. Grave error. Más tarde, expresó su descontento con algunas de las afirmaciones que se hicieron en él, alegando que algunas cosas escritas no eran precisas o no reflejaban adecuadamente su vida y experiencias. Los oscuros y desagradables pasajes del libro están escritos como pornografía clásica. Según la revista Vanity Fair, abarca relatos de orgías en los sets de filmación con estrellas y miembros del equipo, así como también escenas de sadomasoquismo. Sin embargo, el libro se publicó y su carrera se fue en picada.

A pesar de su belleza y su exitosa carrera, Hedy se volvió dependiente de las drogas, metanfetamina, y tuvo una vida triste, dura y solitaria, según retrata el documental “Bombshell: La historia de Hedy Lamarr”. Negó su herencia judía, se casó seis veces y tuvo tres hijos, dos biológicos, Denisse y Anthony Loder, y uno adoptado, James Lamarr Markey, quien a causa de mal comportamiento fue llevado a un internado militar y la familia de su instructor acabó criándolo. Su dependencia a los fármacos la hicieron más agresiva, en especial con sus hijos. Anthony Loder recordó que su madre lo golpeó en la cara porque no recogió algo que a ella dejó caer. En 1966, se vio envuelta en un incidente en los almacenes May Company de Los Ángeles, donde fue acusada de robar dos collares de cuentas, una brocha para labios y una brocha para ojos. Sin embargo, posteriormente fue absuelta de los cargos.

Los años pasaron y la vejez tocó su puerta. Lamarr decidió realizarse cualquier tipo de cirugías tanto en el rostro como en su cuerpo, acto que le costó aún más su reputación ya que fue atacada por la prensa, donde para algunos perdió su belleza porque había quedado irreconocible.

“Ella tenía más de 70 años. Hacía mucho que no la veía y la llevamos a cenar. No se parecía a Hedy Lamarr, pero se veía muy elegante. Tenía presencia. Alguien se acercó a ella en la acera y le dijo: ‘No sé quién eres, pero debes ser alguien'», contó su hija menor, Denisse Loder DeLuca a Los Ángeles Times.

Tras retirarse de la vida pública, se volvió muy reservada, limitándose a conversar ocasionalmente con sus hijos por teléfono y a enviar fotografías autografiadas a sus nietos desde su casa en Florida.

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“Ya era hora”

«No entiendo por qué no se reconoce si se utiliza en todo el mundo», afirmó Lamarr en una entrevista a Forbes en 1990.

Siete años después y tres años antes de su muerte, la actriz fue convocada por Electronic Frontier Foundation para recibir el prestigioso Pioneer Award, un premio que se otorga a personas que han contribuido de forma relevante al avance tecnológico, como el salto de frecuencia que sentó las bases para la tecnología Wifi, teléfonos móviles, GPS, máquinas de fax y Bluetooth. “Ya era hora”, expresó a su hijo cuando se enteró, según Vanity Fair. Cabe destacar que Hedy y George Antheil no recibieron recompensa económica por su innovación.

Sin embargo, Lamarr decidió no ir y envió a su hijo, Anthony, a recibir su premio. “Madre, si pudieras decir algo qué dirías”, afirmó su hijo en la ceremonia al contar una conversación previa que tuvo con su madre.

“Me alegra que el invento haya tenido tanto éxito. Agradezco este reconocimiento con el que me honran. No ha sido en vano. Gracias”, se escuchó en la grabadora de voz que Anthony colocó en el micrófono junto con una revista que sostenía en su mano derecha donde una hermosa y joven Hedy Lamarr aparecía en la portada. Una manera de que el público la recuerde de esa manera: joven, vital, sensual y muy bella.

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En el mismo año, se convirtió en la primera mujer en recibir el Premio BULBIE Gnass Spirit of Achievement en la Convención de Inventores.

Detrás de la fachada de la estrella de cine y el glamour, se encontraba una mente inquieta y creativa, una inventora visionaria. Sus esfuerzos por obtener reconocimiento, el cual llegó muchos años después, a menudo fueron minimizados o pasados por alto en una sociedad que no estaba lista para aceptar la dualidad de una mujer que desafiaba las convenciones establecidas.

El 19 de enero de 2000, una insuficiencia cardíaca fue lo que la llevó a la muerte a los 85 años de edad. En honor a su nacimiento, el 9 de noviembre se celebra el día del inventor.

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