La ferocidad del ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre del año pasado, una invasión que dejó 1200 muertos en el sur de Israel, decenas de secuestrados (muchos de los cuales todavía siguen cautivos en escondites en la Franja de Gaza), mujeres vejadas, incendios y saqueos, es un trauma insuperable. La sociedad israelí está tratando de acomodarse a sus consecuencias y el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu pilotea la situación como puede (no muy bien, al parecer), mientras el ejército hace lo suyo en el enclave palestino, con consecuencias indeseadas como los miles de civiles palestinos muertos y la escasez de alimentos.
Por más que el gobierno de Estados Unidos presione y lo mismo hagan países europeos aliados, para Israel es el momento para solamente tres cosas: rescatar a todos los rehenes posibles, destruir a Hamas y vengarse de las bestialidades del 7/10 de una forma no demasiado bíblica (es decir, no convertir a Gaza en la Jericó después del paso de los israelitas al mando de Josué).
Israel está en guerra y así se nota cada vez que se abre un diario del país, se mira un noticiero o se habla con un residente. La enorme mayoría de los israelíes judíos está alineada con los tres objetivos marcados más arriba y posiblemente también un importante porcentaje de los israelíes árabes estará de acuerdo en que hay que terminar con el grupo islamista. El esfuerzo bélico, con miles de soldados activos y de reservistas movilizados, tiñe la realidad nacional, todavía dominada por un Netanyahu bravucón. Pero incluso en ese escenario, algunos israelíes mantienen la cabeza fría y recuerdan que no podrá haber una solución sin algún tipo de acuerdo diplomático y de seguridad con los palestinos, preferiblemente con la instalación de algo más parecido a un estado propio que los que controla por ahora la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Mahmoud Abbas.
Aunque desde afuera se ve solamente un país en armas que se lanzó sobre Gaza con soldados, tanques y aviones que bombardean, en Israel sigue activo el campo de la paz, las organizaciones y los líderes que insisten con la solución de los dos estados, uno para cada pueblo. Es importante señalar que en Israel el «campo de la paz» es singular: salvo algunas organizaciones comunistas o árabes (o una combinación de ambas), los pacifistas locales no reniegan de operaciones militares, siempre y cuando tengan como objetivo defender la seguridad del país o avanzar hacia un acuerdo con los palestinos.
Entrevistado por PERFIL a principios de febrero, un sobreviviente de la masacre en el kibutz Nir Oz, el argentino Marcelo «Tato» Salimon, lo explicaba en palabras sencillas: «los palestinos no se van a ir a ningún lado y nosotros tampoco nos vamos a ningún lado, así que en algún momento se tendrá que encontrar una solución».
Mientras se acerca la marca de los seis meses desde la invasión de Hamas, un líder de la que es posiblemente la más conocida organización de este sector, Shalom Ajshav (Paz Ahora), amplía la mirada compartida por Tato desde el dolor y la incertidumbre. El ataque terrorista del 7/10, le dice a PERFIL el director de relaciones externas de Paz Ahora, Mauricio Lapchik, «representa un trauma sin precedentes para la sociedad israelí», se trata de un golpe que «sigue presente y es imposible de ignorar». Y los 134 israelíes que siguen secuestrados en Gaza «y las miles de víctimas, profundizan este trauma».
En todo caso, alertó Lapchik, sigue siendo importante apuntar «los riesgos de no alcanzar ningún acuerdo político para solucionar este conflicto, que ya se cobró tantas vidas inocentes». Tras el ataque, señaló, «Paz Ahora señaló la importancia de que cualquier operación militar esté acompañada por una solución política».
Lapchik, al igual que muchos dirigentes israelíes (y no solamente hacia la izquierda), cree que el gobierno de Netanyahu «no tiene, ni nunca tuvo, interés en presentar una solución política y diplomática a esta guerra y a este conflicto». Desde que volvió a asumir el poder en 2009, «cuando prometió ‘destruir a Hamas’, lo que hizo en realidad fue ‘administrar’ el conflicto», agrega.
«Este conflicto no se puede seguir ‘administrando’: debemos alcanzar una solución política que nos traiga seguridad y quizás, eventualmente, la paz que tanto merecemos»
Ya en las horas siguientes al ataque, muchos comentaristas criticaron a Netanyahu justamente por eso, por mantener canales abiertos de negociación con Hamas, un grupo que explícitamente busca la destrucción de Israel, como manera de perforar el poder de Abbas, rival del grupo islamista, y evitar así tener que negociar con la ANP, una organización al fin y al cabo moderada que, eventualmente, podría aceptar negociar de manera realista con el gobierno de Jerusalén.
El ataque del 7/10, dice en este sentido Lapchik, «es otra señal, quizás la más grande hasta el día de hoy, que nos vuelve a decir que este conflicto no se puede seguir ‘administrando’: debemos alcanzar una solución política que nos traiga seguridad y quizás, eventualmente, la paz que tanto merecemos».
Para el movimiento pro-paz en Israel, «estos meses fueron sumamente difíciles», se lamenta el dirigente de Shalom Ajshav. «Las voces que llaman por un alto al fuego y por una solución política fueron silenciadas» y palestinos israelíes «fueron detenidos en diferentes ciudades por el mero hecho de organizar manifestaciones» con ese mismo reclamo, añadió. Para peor, la policía está bajo las órdenes del derechista radical Itamar Ben Gvir, un socio extremista en el gobierno de Netanyahu, y actuó «con mano dura a la hora de reprimir manifestaciones pacíficas».
—En ese marco, ¿cuáles son las perspectivas realistas de organizaciones como Paz Ahora?
—No bajamos los brazos, todo lo contrario. En diciembre, Paz Ahora organizó la primera gran conferencia desde el comienzo de la guerra que tuvo como objetivo mostrarle al público israelí que otro camino es posible y que existe una solución que nos permitirá construir un futuro de vida y esperanza, en lugar de un futuro de muerte y sufrimiento. Esta solución es la solución de dos estados para dos pueblos.
Es claro que esta es la postura de la comunidad internacional, de Estados Unidos, nuestros grandes aliados, de la Unión Europea y los países árabes moderados. Hay dos lados que no aceptan esta solución, uno es Hamas y otros movimientos terroristas radicales, y el otro es el gobierno israelí liderado por Netanyahu, Ben Gvir y Bezalel Smotrich (ministro de Finanzas, del ultranacionalista Partido Sionista Religioso, ndr).
En tiempos de guerra, se hace más importante y necesario hablar sobre la paz. Israel sabe de guerras y de dolor, y eso no cambió hasta ahora. Pero también sabe de paz. ¿Quién imaginaba que Israel iba a firmar un tratado de paz con Egipto cinco años después de la guerra de Iom Kipur?.
No somos ingenuos, sabemos que faltan años para lograr un acuerdo de paz o una reconciliación. Lamentablemente, los gobiernos israelíes a menudo perdieron oportunidades de paz y, en cambio, optaron por empoderar a Hamas a expensas de un estado palestino.
—¿Ustedes piensan que la solución de los dos estados es todavía viable?
—Reconocer que los pueblos que habitan esta tierra, israelíes y palestinos, tienen derecho a la seguridad y a la autodeterminación, requiere establecer el objetivo de una solución de dos estados, lo que puede garantizar una seguridad real, sin una mayor expansión de los asentamientos en Cisjordania y puestos de avanzada que se apoderan de tierras palestinas y drenan a nuestro ejército.
Debemos establecer esto como nuestra meta y visión, junto con la creación de oportunidades y caminos para lograrlo. Esto es completamente viable, y no existe otra solución que pueda asegurar el futuro de los dos pueblos que viven en esta tierra. Llegó la hora de elegir, y debemos elegir el camino de la paz que es inexorable. Demasiada sangre ya se derramó en vano.
—¿Y qué se hace con Hamas?
—A pesar de las promesas vacías de nuestro gobierno, Hamas no será eliminado completamente. Quizás sus capacidades militares y políticas sí, eventualmente, pero para poder eliminar a Hamas hay que presentar una alternativa, hay que crear un horizonte. Hamas, más allá del movimiento, es una idea, y una idea no se puede eliminar con bombas. Es nuestra responsabilidad ofrecer un horizonte político, donde los palestinos en Gaza puedan ver que otro futuro es posible. Y lo mismo es cierto para los israelíes.
Casi treinta años pasaron desde los procesos de Oslo y del asesinato de Itzjak Rabin. Treinta años después, aquellos que incitaron a su asesinato están en el poder. Es por eso que es tan importante cambiar este gobierno mesiánico que es responsable de la peor tragedia que hemos vivido, y también de la destrucción de la sociedad israelí y de sus instituciones democráticas. Es un gobierno que no tiene apoyo popular, y que será recordado como el peor gobierno en la historia de nuestro país.