“La libreta de racionamiento ya es casi una ficción, un adorno”

Durante las últimas semanas, se reactivaron las manifestaciones de la sociedad cubana en las calles. Reclamos por la situación económica, por la falta de libertades, por la escasez de comida y el hambre, que el activista cubano y coordinador de la plataforma democrática DFrente, Manuel Cuesta Morúa, explica desde La Habana.

—¿Hubo algún detonante puntual para estas protestas?

—Sí, que anunciaron que no iban a poder suministrar leche para los niños y las niñas. Muchas madres dijeron “hasta aquí”. A eso hay que sumarle los constantes apagones, los cortes de electricidad, que excepto en La Habana, en las demás regiones del país dura hasta 17 horas diarias. De modo que se echan a perder los mínimos alimentos que la gente puede guardar, por la falta de combustible. En Santiago de Cuba, que fue donde se detonó esta última ola de manifestaciones que se contagió a otras partes, las protagonistas principales, iniciales, fueron un grupo de madres con sus hijos en los brazos. También había personas de la tercera edad. Es decir, que es un fenómeno que atraviesa a todos los sectores de la sociedad cubana. No importa la pertenencia, no importa la edad, no importa el color de la piel, todos los sectores se están viendo afectados por esta crisis de condiciones prebásicas.

—¿Cómo se están desarrollando las protestas?

—Estamos ahora, y ya desde hace un tiempo en lo que podríamos llamar una tensa calma permanente. Y quiero resaltar el término permanente. Si tomamos la fecha de las protestas de julio de 2021 hasta ahora, la sociedad cubana ha estado constantemente en un sobresalto entre sus necesidades y las protestas a lo largo y ancho del país. Y en ese sentido de manifestaciones de rápido contagio, hay un punto más de quiebre.

—¿Qué pasó con quienes fueron condenados en las protestas de julio del 2021? 

—Entraron a la cárcel alrededor de mil ciudadanos. De hecho, para el feminismo latinoamericano, que no sé por qué no lo ha tomado en cuenta, entraron a prisión alrededor de 234 mujeres. Algunas personas ya están en libertad porque fueron condenados a dos o tres años. Pero la mayoría sufrió condenas durísimas. Por cualquier manifestación, un ejercicio de la libertad de expresión de una manera pacífica, aquí han recibido condenas de diez, doce, quince años bajo el supuesto de que estas personas vandalizaron algunos de los lugares donde se manifestaron. 

—¿Y la situación económica?

—Está muy grave. Yo diría que estamos frente a un colapso. Todo lo que hay para ofrecer, siempre en cantidades mínimas para el sustento de la familia, viene del exterior de Cuba. No como concepto de importación, sino como donación. Han convertido a Cuba en un Estado menesteroso, que recibe la sensibilidad o el acto filantrópico de otros gobiernos que deciden dar unos sacos de arroz, otros de azúcar y un poco de pollo que se distribuye entre la población. Así que estamos en condiciones prebásicas para la satisfacción de necesidades de los cubanos.

—¿Sigue funcionando la tarjeta de racionamiento?

—Sigue funcionando, pero ya casi es una ficción, un adorno. Una familia de tres personas recibe tres libras de arroz, cuatro libras de azúcar, un poco de café, un pomo de aceite, y en alguna ocasión cinco o seis huevos.

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