Washington —
La juventud latinoamericana tiene menos interés en participar y defender la democracia en comparación con las personas de mayor edad, según el estudio bianual ‘Barómetro de las Américas’, desarrollado por la Universidad de Vanderbilt, que mide el «pulso a la democracia» en todo el continente.
“Que en general los jóvenes están menos comprometidos con la democracia se presenta como algo alarmante para el futuro de la democracia en la región porque los jóvenes son las personas de mediana edad del futuro, los mayores eventualmente saldremos de la escena”, dijo Elizabeth Zechmeister, directora del LACOP la división del centro académico al presentar los resultados este miércoles en Washington.
Zechmeister cree que este estudio realizado en 26 países latinoamericanos -con encuestas a profundidad- es revelador al ofrecer las tendencias sobre el “decreciente apoyo” al sistema democrático por la juventud.
“El problema de esto es que es consistente con los tipos de patrones que vemos”, apuntó al exponer los datos en un encuentro en Diálogo Interamericano en la capital estadounidense.
No obstante, el equipo considera también que las opiniones del público son cambiantes a partir de los contextos sociales y políticos, además del factor de madurez que acentúa los comportamientos, esto al comparar este estudio de 2023 con anteriores encuestas.
El Barómetro de las Américas ha medido durante 20 años, con estudios comparativos bianuales la opinión de la ciudadanía de las Américas sobre democracia.
El Salvador y Nicaragua donde más se pierden libertades
El Salvador y Nicaragua figuran según el estudio como los países donde la ciudadanía manifiesta su mayor temor a expresarse libremente, y donde persisten violaciones a derechos humanos; sin embargo, los salvadoreños consideran muy saludable su democracia con un 70 % de aprobación y mantienen la confianza en las elecciones.
Noam Lupu, director asociado del LAPOP dijo que los datos del Barómetro muestran otros signos preocupantes, como que dos de cada cinco encuestados ven “aceptable infringir la ley para cumplir las promesas” electorales de los políticos.
“Ese sentimiento es particularmente alto en ciertos países donde vemos que más del 50 % expresa cierta tolerancia hacia ese tipo de maniobras extralegales en países como El Salvador, República Dominicana, Panamá, Honduras, Costa Rica, Guatemala, México y Ecuador”, dijo el experto.
El caso salvadoreño liderado por el presidente Nayib Bukele ocupó buena parte de la discusión en el foro conformado por expertos y representantes de organizaciones que ven otras consideraciones en ese país centroamericano.
Rebecca Bill, presidenta del Diálogo Interamericano cree que El Salvador se presenta como un reto para la región por el efecto multiplicador del mensaje de Bukele en las Américas.
¿Cuál es la respuesta cuando tenemos líderes como el presidente Bukele que se aprovecha de esa confianza para luego socavar aún más las instituciones que originalmente fueron diseñadas para frenar su autoridad?, preguntó.
Erosión general
Para Deborah Ullmer, directora regional para Latinoamérica del National Democratic Institute (NDI), los datos de este estudio de opinión plantean premisas inquietantes.
A su criterio se vuelve relevante entender por qué la confianza en la democracia va en picada a nivel general, a la vez que se observa “un aumento del autoritarismo y una mayor preferencia por líderes populistas que desmantelan las instituciones democráticas a su paso”.
Esta experta considera también preocupante situaciones como las de Guatemala, donde el proceso electoral que dio la victoria al presidente electo Bernardo Arévalo penda de diligencias legales para “torcer las reglas del juego”.
Coincidió con otros ponentes al señalar la tendencia de “utilizar los sistemas judiciales para perseguir a críticos de gobiernos”, visto en casos particulares como Nicaragua donde se ha instado como parte de la crisis.
“La encuesta también documentó la erosión en el apoyo a la democracia en casi todos los países latinoamericanos a excepción de Costa Rica y El Salvador, hay una insatisfacción y fatiga por problemas de larga data como la criminalidad, la corrupción y la desigualdad económica, además de una retórica polarizante contra el status quo político”, puntualizó Ullmer.
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