Charlotte Amalie, Islas Vírgenes — Los guardias armados de Jeffrey Epstein y las piedras filosas bajo las aguas turquesas en torno a la isla caribeña disuadían a los mirones, pero la curiosidad puede más que el miedo desde que el financista acusado de tráfico sexual aparentemente se suicidó en una cárcel en Nueva York.
Turistas y locales se embarcan para ver de cerca un lugar apodado “Isla Pedófilo” cerca de la costa sureste de St. Thomas. Los atractivos incluyen dos enormes estatuas blancas y amarillas de cacatúas que montan guardia en la cima de una escalinata cerca del puerto y la escultura en tamaño natural de una vaca Holstein que según los locales cambiada de lugar cada semana, a veces cada día, cuando Epstein estaba ahí.
“Nadie solía prestarle atención”, dijo Jon Stewart, propietario de una compañía de alquiler de botes. Ahora, “hay una tonelada de turistas”.
Las autoridades federales consideran a la isla Little St. James el principal lugar de residencia de Epstein en Estados Unidos, donde al menos una presunta víctima dijo en una declaración jurada que había participado de una orgía y mantenido relaciones sexuales con Epstein y otras personas.
La curiosidad alcanzó un pico esta semana cuando agentes del FBI desembarcaron en la isla Little St. James y, según los locales, se llevaron varios objetos grandes de una de las dos islas propiedad de Epstein.
“Ahora todos se preguntan qué le sucedió realmente y qué va a suceder con la isla”, dijo Yvonne Light, gerente de una tienda que espiaba a los agentes federales mientras miraba una película con su esposo a bordo de su bote. “Me sorprendió verlos”.
Un vocero del FBI dijo que la agencia no emitiría comunicados, pero confirmó que realizaba “una actividad policial autorizada por un tribunal”.
En una tarde reciente, se vio a un puñado de empleados de Epstein levantar una polvareda con vehículos todo terreno al recoger hojas de palma marchitas en una isla donde antes trabajaban decenas de personas, incluidos varios guardias de seguridad. Los locales recuerdan que los guardias bajaban a la orilla si se acercaba algún buzo deportivo, pero el miércoles un guardia armado solitario se tapó la cara con un paraguas verde brillante cuando lo enfocó un fotógrafo.
Se tardan 15 minutos en llegar en bote a Little St. James, y los que no podían hacerlo se preguntaban qué había sucedido con la propiedad de Epstein, que no es visible desde muchas partes de St. Thomas.
Dean Bofenkamp, que venía de Youngstown, Ohio, a asistir a un partido de básquet de su hijo, dijo que trató de verladesde el avión.
“Tenía curiosidad de saber dónde estaba”, dijo.
Epstein compró la isla Little St. James hace más de 20 años y construyó una mansión de piedra de paredes color crema con un techo turquesa en un extremo. La rodean otras estructuras como los cuartos de las mucamas y un gran edificio cuadrado blanco en el otro extremo de la isla que según los trabajadores era una sala de música equipada con piano de cola y paredes acústicas. Su cúpula dorada fue arrancada por un huracán durante la temporada de 2017.
Últimamente había adquirido la isla Great St. James, pero no había construido nada en ella.
Muchos en St. Thomas discuten qué se debería hacer con las edificaciones y con las islas mismas, aunque no está claro quiénes son los herederos. Algunos en St. Thomas dicen que los edificios en la isla menor deberían utilizarse para una escuela, aunque otros sostienen que, con semejantes vistas al océano, deberían servir para otro fin.
“Un hotel sería lindo”, musitó Trevor Downes, un jubilado de Oregón. “Ayudaría a la economía. Aquí se necesitan empleos”.
El taxista John Richards, quien dijo que se sentía consternado por la muerte de Epstein porque quería que el multimillonario respondiera a la justicia, sostuvo que la única solución apropiada para la propiedad es que “las víctimas reciban parte de la isla”.