Realista y pragmático

Al pensar en el legado de Kissinger, lo primero que hay que destacar es su condición de académico realista. Académico no solo por ser un profesor, sino porque su misión fue la de educar al pueblo norteamericano en los dilemas, problemas y vicisitudes de la Guerra Fría, para que entendieran a la política internacional desde el punto de vista de sus orígenes, europeos, y el rol global que tenían que tener los Estados Unidos como potencia hegemónica. Ese rol académico es un rol muy claro, sin mucha discusión pública, por así decirlo, o es el menos controversial. 

Hay un segundo rol, que es el que está sujeto a controversia, que es Kissinger asesor  político, ya sea en su posición de Secretario de Seguridad Nacional o de Secretario de Estado, que está reflejado en sus memorias, sobre todo en torno a la guerra de Vietnam, a su participación en lo que se conoce como los papers de Vietnam. Ahí están sus recomendaciones en relación a los golpes de Estado en América Latina, como el de Salvador Allende y el apoyo de Washington a las dictaduras o a los regímenes en Medio Oriente.

En la Guerra Fría, Kissinger entendía que, en la política internacional, las consideraciones atadas al tipo de régimen eran secundarias o menos relevantes para la consolidación de la hegemonía norteamericana ante una amenaza fenomenal como la de la Unión Soviética. Por lo tanto, al seguir el dictado de la política internacional realista, maximizaba lo pragmático y sacrificaba  todo lo demás. Toda decisión política, en última instancia, dependía del interés nacional, que era el incremento del poder de los Estados Unidos, y al mismo tiempo, mantener un equilibrio político. Fue en base a ese equilibrio que obtuvo, junto con Richard Nixon, su mayor éxito, que fue la política hacia China y el cisma en el bloque soviético entre Beijing y Moscú.

En ese sentido Kissinger es una reliquia del siglo XX y las críticas que se le han hecho en relación a su posición en torno a la guerra de Ucrania son porque se lo lee con lógicas del siglo XXI y no con las lógicas del siglo XX, como esa idea de que había que hacer concesiones territoriales, que la política internacional no deja de ser una política de grandes poderes, y que por lo tanto Ucrania juega un papel secundario en esa dinámica. 

Fue un ciudadano completamente leal a los Estados Unidos, no necesariamente a sus políticos, sino al sistema político. Siempre entendió el rol que Estados Unidos tiene para con el mundo y para con sus ciudadanos. Eso lo llevó a escribir el libro On China, donde pide leer a China bajo la óptica del realismo político justamente trata de alertar a los norteamericanos de leer a China bajo la óptica del realismo político y llevar adelante una política realista, no necesariamente de confrontación, pero sí de balanceo, de prestarle atención a los cambios que China le iba generando a los Estados Unidos. 

Y en otro libro, Does America needs a Foreign Policy?, hace una gran crítica a la política exterior liberal de los Clinton, a esa idea de que al ser la única superpotencia Estadis Unidos podía prescindir de la dinámica política. Eso lo veía como algo antinatural, porque creía que el liderazgo norteamericano era mucho más necesario, y no pasaba por impulsar los componentes transformacionales del liberalismo, sino más bien de construir un orden de balance de poder, de tratar de no ofender a los otros grandes poderes, que tienen sus intereses y que los van a defender. Como conclusión, la centralidad de la política exterior en la grandeza de las naciones es su legado más perdurable. Por eso, cuando hablamos de política exterior, siempre pensamos en Henry Kissinger.

* Secretario Académico del CARI, profesor de Relaciones Internacionales.

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